Época: África
Inicio: Año 5000 A. C.
Fin: Año 1900




Comentario

Esta cultura, asentada en las montañas mineras del norte de Nigeria, sigue siendo hoy mal conocida, pues la mayor parte de sus hallazgos ha sido casual. Aun así, parece que su cronología puede situarse con cierta seguridad entre 500 a.C. y 200 d.C. -dejando aparte fases previas y prolongaciones-, y, desde luego, hoy por hoy, su arte constituye el verdadero punto de partida del arte africano. La pintura rupestre sahariana había mostrado iconografías -¿qué duda cabe?- que le resultan familiares al africanista: máscaras, adornos y vestimentas, danzas, tocados peculiares, etc., e incluso ha habido investigadores que, ahondando en el tema, han buscado en esta expresión plástica el origen de ritos o temas religiosos de las culturas negras; pero, por lo que se refiere al aspecto puramente plástico, el corte es fundamental.
En efecto, la pintura descriptiva del Sahara está mucho más cerca del mundo egipcio. Para quienes conceden gran antigüedad a las fases más antiguas de este arte pictórico (periodo bubalino, periodo de las cabezas redondas, comienzos del propio periodo bovidiano), incluso constituiría el punto de partida del arte faraónico. Pero el arte negro africano seguirá otros derroteros: desaparecerá el sentido espacial, o incluso el propiamente pictórico, en favor de la escultura aislada; lo descriptivo dejará paso al gusto por lo esencial y abstracto; las proporciones, en consecuencia, se harán simbólicas, concediéndole a la cabeza un papel preeminente -desproporcionado, diríamos desde una visión realista-; se desarrollará lo frontal, lo hierático... Y todo eso, a falta de testimonios anteriores que pudieran existir -y que acaso se dieron en la cultura sahariana; que tuvo sin duda máscaras, y acaso escultura en madera- lo hallamos elaborado definitivamente en las terracotas de Nok.

Estas obras, generalmente fragmentarias, representan cabezas de hombres y de animales, y, dado lo aleatorio de los hallazgos, ignoramos si son simples restos de figuras de cuerpo entero, de las que sólo nos ha llegado algún que otro ejemplo. Sea como fuere, en estas piezas expresivas hallamos los caracteres recién mencionados: formas geométricas puras -entre las que sobresale el cilindro-; importancia de la cabeza y, dentro de ésta, de los ojos; interés por los adornos y tocados -símbolos a menudo de estatus social o divino-; papel esencial de la boca, abierta o cerrada, para animar la figura, etc. Aún existen rarezas descriptivas -actitudes asimétricas del cuerpo, por ejemplo-, pero hay detalles que impresionan por su fijeza posterior: como se ha repetido a menudo, los ojos en forma de triángulo invertido, y con la pupila bien marcada, son idénticos a los del arte yoruba actual.

Y es que, efectivamente, desde que en 1943 un minero halló -y usó como espantapájaros- la primera cabeza Nok de que tuvo noticia el mundo científico, el gran reto de los estudiosos es buscar todos los eslabones culturales y artísticos que permitan entender la relación entre estas viejas terracotas y las obras de nuestra época.

Poco a poco, y aunque aislados, además de dispersos por todo el territorio de Nigeria, estos eslabones van surgiendo. El más antiguo, y por ahora el más inseguro, es el constituido por las figuras en terracota de Yelwa, fechables entre el siglo II y el VII d.C.: de ellas, parece que por lo menos alguna sugiere el estilo Nok, aunque simplificado. Hay que esperar a fechas más avanzadas para hallar conjuntos más importantes y asombrosas realizaciones artísticas.

Así, pronto destacan los hallazgos de Igbo Ukwu, en el territorio hoy ocupado por los Igbo (o Ibo) en la ribera oriental del bajo Níger. En este punto han podido ser recuperadas numerosas piezas, y hasta varios ajuares, permitiendo, por ejemplo, la reconstrucción ideal de la tumba de un sacerdote del siglo IX ó X, que fue introducido en una cámara, sentado, vestido, y cubierto de atributos de su poder. Entre las obras recogidas, las más sobresalientes son las fundidas en bronce, con las formas más variadas: vasijas, cabezas de hombres, incluso un cráneo de leopardo, etc.: se trata de las primeras esculturas en aleación de cobre que encontramos en Nigeria, y por tanto han de ser consideradas, hoy por hoy, como el punto de partida de una técnica artística destinada a un brillantísimo desarrollo. Acaso pequen de un cierto desequilibrio, al intentar compensar su figurativismo inseguro a fuerza de virtuosismo técnico, pero, antes de su descubrimiento, nadie podía entender las bases del arte regio de Ife.